Un día, en el camino, vio Moisés a un pastor
que repetía: “¡Oh Dios, oh mi Señor!,
¿dónde estás? Quiero ser tu criado,
y coser tus sandalias, y peinar tu cabello,
y lavarte la ropa, y quitarte los piojos,
y traerte la leche, a Ti, que eres grandioso.
¿Dónde estás? Quiero besar tus bellas manos y tus pies delicados,
quiero barrer tu alcoba antes de irte a dormir.
¡Oh Dios, a quien con gusto sacrifico cada una de mis cabras!
¡Oh Dios, a quien recuerdo en todos mis lamentos y quejidos!...”
Absorto así el pastor, en estas vanas palabras,
Moisés le dijo: “¿A quién diriges esos ruegos?”
Y el pastor respondió: “A Aquel que nos ha creado,
a Aquel por cuya causa existen tierra y cielo”.
Pero Moisés le replicó: “¡Ay!, tú mismo has traído sobre ti la desgracia
y, perdiendo la fe, te has convertido en un infiel.
¿Qué palabras son ésas, qué disparate y qué blasfemia has dicho?
¡Llena tu boca de algodones!
Tu blasfemia ha colmado de repugnancia el aire,
y tu infidelidad ha desgarrado el manto delicado de la fe.
Tú puedes abrigarte con sandalias y lana,
¿pero cómo pretendes abrigar así al Sol?
Si no cierras tu boca a esas palabras insensatas,
el fuego de su cólera acabará contigo y con el pueblo entero.
y si ese fuego no ha llegado, ¿qué es ese humo de palabras?,
¿por qué es negra tu alma, por qué es rechazado tu espíritu?
Si sabes de verdad que Dios es juez,
¿por qué eres descortés y vanidoso?
Amigo vanidoso es más bien enemigo.
La Majestad de Dios no necesita ese servicio.
¿A quién le dices todo eso? ¿A tu tío paterno o a tu tío materno?
¿Cómo pueden cuerpo o necesidad ser atributos del Glorioso?
Sólo el que está creciendo, necesita de leche;
sólo el que tiene pies, necesita sandalias.
Aun cuando te dirijas a un siervo elegido, mide bien tus palabras,
pues de él dice Dios: ‘él es Yo, y Yo soy él’,
o ‘cuando estaba enfermo, tú no Me visitaste,
pues no sólo él sufría sino que Yo también sufría’.
Estas palabras tuyas son puro disparate,
aunque se las dirijas al siervo del que dijo: ‘Yo seré sus ojos…’
Pues hablar con descaro a quien Dios ha elegido,
hace morir al corazón y ennegrece la página.
Si llamaras a un hombre con el nombre de Fátima,
aun siendo hombre y mujer interiormente idénticos,
se sentiría ofendido y buscaría venganza,
aun siendo bondadoso, indulgente y pacífico.
Fátima es alabanza respecto a las mujeres,
mas, referido a un hombre, es como una punta de lanza.
Manos y pies son alabanzas respecto de nosotros,
pero respecto de la santidad de Dios son sacrilegio.
Él no engendró ni fue engendrado.
El creó al engendrado y al engendrador.
Nacer es atributo de lo que tiene cuerpo,
cualquier cosa nacida pertenece a esta orilla,
pues lo nacido es aparente y sufre la muerte y la corrupción,
es temporal y necesita una Causa primera.”
Y el pastor se lamentó: “¡Oh Moisés!, has sellado para siempre mi boca
y me has quemado el alma con el remordimiento”.
Y, rasgando sus ropas y lanzando gemidos,
reanudó su camino hasta perderse en el desierto.
***
Moisés oyó que Dios le interpelaba:
“Hiciste que mi siervo se apartara de Mí.
Te envié para unir y te pregunto:
‘¿viniste a unir o a desunir?’
Procura no dar pie a la separación,
porque no hay nada más odioso para Mí que la separación.
Yo le di a cada uno una forma de obrar,
y le di a cada uno una manera de expresarse.
Lo que para uno es virtud, para otro es ofensa;
lo que para uno es dulce, para otro es veneno.
Lo que es puro o impuro para el hombre, a Mí no me concierne;
nada tengo que ver con su pereza o con su diligencia.
Con mi Mandato de creación no busqué mi beneficio,
sino el don de mi gracia sobre toda criatura.
Cuando el hindú Me alaba, sólo veo belleza en su alabanza,
y la misma belleza percibo en las plegarias de los sindíes.
No es que sus alabanzas aumenten mi pureza;
son ellos mismos los que se vuelven puros.
Yo no me fijo nunca en la lengua o el habla.
Miro su interior y su estado.
Yo miro al corazón de cada uno para ver si es humilde,
aunque su boca lo desmienta.
Pues el corazón es sustancia, mientras la palabra es apariencia;
lo externo es apariencia y lo esencial es la sustancia.”
¿Cuándo terminarán esas palabras grandilocuentes, esos discursos vanos?
Yo quiero un alma ardiente, ¡busca, busca ese ardor!
Enciende en ti la llama del amor,
y quema en ese fuego toda razón, toda palabrería.
¡Oh Moisés!, unos se fijan en el rito y el dogma,
y en otros, el espíritu y el alma arde.
El verdadero amante percibe un ardor nuevo en cada aliento;
no hay impuesto ni diezmo para una aldea en ruinas.
No acuses al amante si habla de forma errónea,
y no laves al mártir empapado de sangre,
pues la sangre del mártir es más pura que el agua,
y el error del amante es superior a mil virtudes.
Dentro de la Kaaba ya no tiene sentido mirar a la alquibla;
¿para qué necesita el buceador unas botas de nieve?
En los ebrios no busques contención y cordura;
¿cómo mandas remendar a quien ha desgarrado su vestido?
El credo del Amor es diferente de los otros credos.
Dios es la única fe y es el único dogma del amante.
¿Qué importa que el rubí no tenga sello?
En la hondura del mar turbulento, el Amor permanece apacible.
***
Después de aquella huida del pastor,
Dios reveló a Moisés misterios inefables.
Palabras puras fueron derramadas sobre su corazón,
visión y habla mezcladas.
¡Cuántas veces salió Moisés de sí, y cuántas volvió en sí!
¡Cuántas veces voló de un lado a otro por las orillas de la eternidad!
Tratar de expresar eso es ignorancia,
pues su definición no cabe en mente humana.
Hablar de esos misterios derrumbaría las bases de la mente;
escribir sobre ellos rompería muchas plumas.
Al escuchar Moisés el reproche divino,
se adentró en el desierto en busca del pastor.
Tanto y tanto corrió tras aquel pobre loco,
que provocó una inmensa polvareda.
La huella de un ebrio es muy distinta, ciertamente,
a la huella de un cuerdo;
la pisada del cuerdo es rectilínea como la de la torre;
la del ebrio es sesgada como la del alfil,
a veces lo levanta lo mismo que una ola,
y a veces va arrastrándolo, como un pez, sobre el vientre.
Alguna vez describe su estado en las arenas,
como un geomántico dibujando las líneas de un presentido augurio.
Cuando, por fin, Moisés encontró a aquel pastor, se le acercó y le dijo:
“¡Albricias! ¡Dios te escucha!
Olvídate de ritos y de formas,
deja que tu apenado corazón exprese lo que siente.
Tu sacrilegio es la fe misma, y tu fe, luz del alma,
estás salvado y por ti ha llegado la salvación al mundo.
¡Oh tú!, que te has salvado por la gracia de Dios,
expresa sin temor cuanto desees”.
Entonces el pastor le respondió: “¡Oh Moisés, yo ya estoy lejos de eso,
sumergido en la sangre de mi apenado corazón!
Fui más allá del árbol del Loto, rebasando los confines del mundo,
y recorrí un camino de más de cien mil años.
Cuando empuñaste el látigo, se espantó mi caballo
y dio un salto tan grande que traspasó los cielos.
¡Ya la Naturaleza divina se ha hecho íntima con mi naturaleza!
¡Benditos sean tus manos y tus brazos!
Mi estado ya no cabe en las palabras;
nada de lo que cuente podría describirlo.”
***
Esa imagen que ves en el espejo,
es tu imagen y no la del espejo.
El aliento de aquel que sopla en una flauta
¿pertenece a la flauta? No, no, sólo es el soplo del flautista.
¡Ay, ay!, has de saber que tus plegarias, sean de gratitud o de alabanza,
son como las palabras del pastor.
Aunque tus oraciones te parezcan mejores que las suyas,
has de saber que, para Dios, son igualmente inapropiadas.
¡Ay!, cómo te lamentas –cuando, apartando el velo,
descubres lo real, diciendo: “No era esto lo que yo me pensaba”.
Rumi
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