20 July 2009

Borges y Rumi



Extractos de un Ensayo sobre Borges y la Literatura Persa 

Osvaldo Svanascini




Que la luna del persa y los inciertos

Oros de los crepúsculos desiertos
Vuelvan. Hoy es ayer. Eres los otros
Cuyo rostro es el polvo. Eres los muertos.

En el ensayo sobre Fitzgerald citado recuerda vida y obra de Umar ben Ibrahim al-Khayyami, autor además de un tratado de álgebra, y a la pasión del traductor por la obra del persa. "Toda colaboración es misteriosa. Ésta del inglés y del persa lo fue más que ninguna, porque eran muy distintos los dos y acaso en vida no hubieran trabado amistad y la muerte y las vicisitudes y el tiempo sirvieron para que no supiera del otro y fueran un solo poeta".

Borges también recuerda a Rumi, el poeta sufí nacido en Balk, en el Khorassan en 1207 y muerto en 1273, considerado como el más grande poeta místico de Persia, y autor del célebre Mathnavi y de Fihi-ma-jihi, fundador además de la Orden de los
Derviches Danzarines o Giradores. Borges recuerda que Rumi escribió unos versos "Donde se dice que en los cielos, en el mar y en los sueños hay Uno Solo y donde se alaba a ese tínico por haber reducido la unidad los cuatro briosos animales que tiran del carro de los mundos: la tierra, el fuego, el aire y el agua".

Lector inquisitivo, dueño de una memoria impar, Borges recogió múltiples formas
de la historia y la literatura universal, y de todos aquellos hechos reales o imaginarios, pero con ribetes fantásticos, que provocaran una medida diferente de "la realidad y la no-realidad". Se hace muy difícil penetrar en todas esas fuentes y además
sería reiterativo hacerlo. A todo ello debe agregarse la transcripción inteligente que ha propuesto y, por sobre todo, lo que él mismo crea como un aporte que supera lo establecido, lo trasciende o lo inventa, más allá de todo tipo de lógica, anexado a un descubrimiento de la maravilla:

Y la noche que de la mayor congoja nos libra:
la prolijidad de lo real.


Es por ello que señalamos solamente algunas de sus múltiples fuentes orientales, de esas tan variadas que manejaba. Al fin y al cabo él mismo recuerda que:


Somos nuestra memoria,
somos ese quimérico museo
de formas inconstantes

ese montón de espejos rotos.